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"Si de Retratos se Trata"
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Comentario por Ramon Grandal el diciembre 12, 2009 a las 4:51pm
Si de retratos se trata.
Han pasado más de tres décadas desde que Ramón Grandal inauguro la exposición que llevaba por título Si de retratos se trata, en el Museo de Bellas Artes de La Habana. Una vez más, ahora en Venezuela, este fotógrafo –una de las de las miradas emblemáticas de la fotografía latinoamericana- nos trae los rostros de los hombres y mujeres dedicados a intentar cambiar el curso de la historia y la cultura de este continente y del mundo. Arte, visión y corazón son las armas utilizadas en el combate. Pero no se escoge este nombre, nuevamente, por simple facilismo.
A través de sesenta imágenes, la fisonomía y algo del alma de nombres como Jesús Soto, Eduardo Galeano, Marisol Escobar, Wilfredo Lam o sus amigos de siempre, Alejo Carpentier y Eliseo Diego -entre tantos otros- nos son revelados por el lente y la pericia de este cubano que, también por mas de tres décadas, se ha dedicado a registrar la memoria colectiva de los lugares por donde pasa y por supuesto, a algunos de los hacedores de dicha memoria. Conocidos, desconocidos y ausentes –frase que tal vez este fotógrafo hubiese preferido como nombre de esta muestra- pasan aquí de ser meras abstracciones para convertirse en entes de carne y hueso, en realidad tangible y fotografiable, en vida. Se transforman en algo más que nombres, adquieren forma e identidad.
Tal vez porque hacer retratos, para Grandal, se trata de algo más que de simplemente levantar la cámara; de la posibilidad de acercarse y acercarnos a otros seres humanos que, como él y como nosotros, esconden en sí el misterio primordial de estar vivos, el de habitar el mundo, con todos los sabores y sinsabores que estar aquí ofrece. Es por ello que en su imaginario conviven, sin distinción alguna, personajes que van desde los más archiconocidos pintores y escritores latinoamericanos hasta la hermosa bailarina mexicana (esa suerte de Frida anónima y danzante) o “Felo”, el amigo zapatero de quien sabe qué esquina de La Habana y de la vida del fotógrafo.
Sin pretensiones, sin falseamientos ni escenografías, estos hombres y mujeres vienen, a través de imágenes fotográficas y del muy certero ojo de Grandal, a contarnos algo sobre si mismos; a convertirse en realidades que, de pronto, nos pertenecen. He allí la magia de la fotografía: en su capacidad para permitirnos coleccionar, en nuestras memorias, fragmentos de la cotidianidad del mundo que, de otra manera, no nos hubiera sido posible conocer.
Los retratos, primero en pintura y luego en fotografía, han servido siempre para hacer perdurar a la gente en el tiempo. Tal vez en el intento de que algo del retratado sobreviva a la muerte, aunque sea su imagen. También nos ofrecen la posibilidad –ya se ha hablado de la magia de la fotografía- de conocer la apariencia de personas y personajes que muchas veces resultan inaccesibles a nuestra cotidianidad y que, sin embargo, forman parte de ella de una muy rara manera. Desde el actor admirado al escritor favorito, pasando por los rostros anónimos en la fotografía, cobramos conciencia de la existencia del otro (de su realidad física) a través de las imágenes que de ellos nos llegan.
Sin embargo, un buen retrato debe siempre decirnos algo sobre el retratado. Ser algo más que un rostro, porque cada rostro contiene un mundo que le acompaña y circunda, que determina su modo de ser y estar en la tierra. La fisonomía es sólo el mascarón de proa, por decirlo de alguna manera, de ese misterioso barco que es el ser humano.
Sólo alguien deseoso de aventurarse más allá de lo simple, de la mera apariencia, es capaz de poner algo de la totalidad del microcosmos humano en fotografías y con ello, revelarnos algo sobre el objeto o sujeto fotografiado. Por eso, con la madurez y la experiencia de más de tres décadas de reconstruir el mundo a través de la cámara, si de retratos se trata, Ramón Grandal, fotógrafo, sigue siendo el hombre.
Kelly Martínez
Caracas, septiembre del 2008

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